Friday, February 12, 2010

La pared de la pasión

Había ruidos en la casa. Daniela se había metido a dormir temprano en la noche, después de un día largo y cansado, pero ahora era despierta. Ting, ting, ting. No era un sonido inquietante. Más bien como un movimiento, un viento que toca un atrapa sueños con una campana colgada.

Quizás el gato era neceando en la cocina de nuevo. Su marido no era en la cama, y lo sorprendió, como era un amigo fiel. Se sentía en otro mundo, ya no era el mundo tangible. Y sin embargo, todo era en su lugar en la casa, la cartera donde lo había dejado en la mesa de noche. Se pinchó el cachete para verificar, y si le llegaba el tacto sensorial. Sin embargo, la ausencia de su marido no la preocupaba, era extrañamente esperado.

Silencio. Era peor que el sonido. Esperaba hasta que volviera el sonido, pero no venía nada. Se daba vuelta en la cama, y volvió a dormir.

Ting. Plik. Era allí de nuevo. Todo era como antes, y ella no sabía cuánto tiempo se había dormido. Quedaba escuchando, y el ruido se repetía, sin incrementar a un buyo, a intervalos irregulares. Decidió levantarse. Daniela era vestida de calzón y una camiseta demasiado grande, algo de cuando había sido embarazada. Lucía tremenda en esta combinación, aunque el calzón era viejo ya, y la camiseta tenía un slogan de frente de alguna escuela en los Estados Unidos. Parecía salida de una película.

Abrió la puerta, y el pasillo lucía igual que siempre. Las sombres de la noche eran allí, estáticos en la pared, inmovibles y oscuros, producidos por la baja luz de seguridad que alumbraba la frente de la casa que daba directamente a la calle. Se movía por el pasillo tranquilo, paso por paso, sus pies a dedos de pie largo formando un camino regular, con un presentimiento extraño. Era rara la noche y todo podía pasar.

Las sombras se cambiaron, pero no por el viento del palo que les causaba, sino por la forma del muro. No era parejo el muro, y había ciertos lugares donde se encontraban desigualdades. Nunca lo había notado; las sombras las acentuaron. Era como si globos del tamaño de un puño se habían empujado desde el otro lado. Se pasaba por el muro, todavía buscando el sonido, que más bien parecía alejarse. Quizás había sido un perro que botaba algo donde los vecinos. Miraba por la puerta que daba al jardín. Ningún ruido se manifestaba ya, y cuando se tornaba, ya convencida que había sido su imaginación y un estado extraño de sueño que la había provocado estas sensaciones en la oreja, parecía como si las desigualdades en el muro se habían hecho más pronunciadas. Se acercaba y tocaba uno que era cerca de ella. Parecía vibrar, estimular sus dedos fuertes. Las sombras jugaron un baile muy sutil, y quedaba fascinada, sin soltar su mano. Se inclinaba para examinar la pared en la media luz del pasillo. Sentía como sus nalgas tocaron el muro al hacerlo, o más bien, el muro tocaba sus nalgas.

No la asustaba, se sentía una con la casa, con sus buenas vibraciones y el amor que vivía allí. Los niños durmiendo en el piso de arriba, aunque su esposo no era. Quizás era en su oficina.

Frotaba sus nalgas contra el muro, y ahora parecía que tanto sus dedos como sus nalgas eran estimulados. La gustaba, y cerraba los ojos. Era como un masaje rico, la relajaba. Al abrir los ojos, el pasillo no parecía igual. Los abultamientos se habían hecho más grandes, y miraba que su mano tocaba ahora un tipo de pecho, es decir, sentía claramente un pezón. Lo apretaba, pero no aumentaba la presión en su mano. Más bien parecía que el abultamiento presionaba a su mano. Sentía que sus nalgas eran tocadas por dos manos ásperas como de obrero o campesino, y el muro entero parecía un almacén de puntos de contacto. Con su mano libre, Daniela tocaba sus pechos. Sus pezones apuntaron por arriba, y sentía olas de placer moviéndose desde su mano hasta sus nalgas, hasta sus pies.

La pared parecía menos piedra ahora también, más suave, como un piel suave. En éxtasis metía sus brazos sobre su cabeza, y metía la espalda contra la pared, las piernas un poco abiertas, para sentir mejor las sensaciones que la venían. Las manos todavía la agarraron las nalgas, más firmes ahora, y sentía como entre sus piernas algo le iba tocando, a la altura de las rodillas, subiendo gradualmente pero seguro.

Buscaba apretar sus nalgas más contra la pared, pero no servía. Ninguna presión que ella ejercía cambiaba la presión. No podía dirigirlo, era llevado por algo, algo que se imponía en ella. No la dio miedo, seguía como en un sueño. Era placentera. Como no podía dirigir la acción, mejor dejarse llevar, pensaba. Sus piernas se abrían, no podía resistir la fuerza, y sabía que su entrepiernas se era poniendo muy mojado, lubricado.

Su calzón empezaba a romperse. Era como si era desintegrando alrededor de su cuerpo, quemándose pero sin el fuego. Entraba ahora. Sentía vibrar su cuerpo en su totalidad ahora. Sentía como tenia agarrado la pared sus pechos y su cabeza también, ya no había manera de moverse o de resistir, pero que rico que sentía. Quería que pasara esto. Levantaba una pierna, después la otra, y así quedaba flotando en el aire, cabalgada, el líquido deslizando por sus piernas y la pared que era viva.

Era entrando en un estado de éxtasis, cuando había un movimiento de la pared cerca de su culo, la tocaba, y se metía muy delicadamente. Sus pechos y nalgas todavía eran en una posición firme que acomodaba la pared viva. No se podía detener, y gritaba de placer, gimiendo como una perra, incapaz de quedar en silencio para más tiempo, sin importarse de vecinos o niños.

La siguiente mañana despertaba como siempre, con su esposo a su lado, pero sin el calzón que parecía haberse perdido.

Thursday, February 11, 2010

Panty dispensers in Japan

I was inspired by an article I read a while ago about the existence of panty dispensers in Japan. Schoolgirls and all the members of the female sex in general that felt like it, would sell their used panties through dispenser machines, sometimes with a picture of the alleged previous wearer attached.

This might now be outlawed in Japan (I am not sure, and did not go yet to check it out for myself), but the fact that it ever happened makes you ponder on the inner processes of passion and/or perversion that lead to sexual excitation.

All in all, we all have our share of old panties that are not likely to be used anymore. Some have a loose thread, others are torn and need stitching, and some are just downright old and dirty. Why not give them a final moment of glory by getting rid of these panties in a more memorable way?

Tuesday, January 26, 2010

prolog

In the head of many, strange scenes are being depicted at random moments, when our fantasy leads us to surpass the boundaries of the physical world, and to enter in the spiritual world which is just so truthful. They may excite us or inspire fear. I want to set these sweet dreams and horrible nightmares free in the world, what lies under the moon, so that they can live their life and help me find the peace and love that brings us closer to the skies.